martes, 16 de octubre de 2012

ALGUIEN EN LA VIDA (Parte 4)


Órale, váyanse a dormir, nos dice Fernando y nosotros, no sé si obedientes o temerosos, nos vamos al cuarto de Chuleta con la emoción atorada en el cogote. México había empatado y creo que sí había partido después; estábamos en octavos de final del Mundial. No podía creer que con tanta alegría me la tuviera que callar porque es señor sin camisa se quería dormir. Él también debería festejar ¡Empató México! ¡Contra Holanda! ¡Y de qué manera! No sabía que los empates fueran tan buenos. Ahí estamos apeñuscados Chuleta y yo en su cama. Yo no quería dormir y supongo que él tampoco porque se sentó, cruzó las piernas y me miró como miran los perros cuando uno trae comida afuera de la tiendita. ¿Viste cuando el Temo se lanzó? Estuvo padrísimo. Chuleta traía otras cosas en la cabeza. Sí, estuvo bien, Cacho ¿te quieres dormir? Sacudí la cabeza a los lados. Quiero festejar. Sí, está bien. Ahora me doy cuenta de lo lento que soy para entender situaciones como ésta, Chuleta quería hablar de su mamá, era obvio. Pero a los ocho años uno no sabe uno cómo abordar el tema, en realidad nunca lo he sabido; mejor dejé que él empezara. Me senté frente a él, igual, con las piernas cruzadas y lo vi. ¿Te dio miedo? Le pregunté después de un silencio en el que lo veía respirar con la vista hacia la puerta. ¿Miedo? no, me dijo, enojado o no sé cómo. No tengo por qué tenerle miedo. ¿Es amigo de tu mamá? Ya lo había visto en la casa otras veces, pero nunca me había hablado, yo creo que es su novio. ¿El compró la tele? Chuleta encogió los hombros. Entonces ¿va a vivir aquí? Misma expresión. ¿Te importa? La respuesta, igual. Se hurgó la nariz con el índice izquierdo, y como un acto reflejo, al sacar su dedo embarró cualquier cantidad de moco en la base de la cama. Mamá no me cuenta nada de él; sólo una vez que se fue me dijo que si tenía suerte me podía meter en una escuela de fut, para que fuera portero. Eso está bien ¿no? Chuleta asintió apresuradamente. Es la primera vez que lo veo salir del cuarto de mamá y la primera que me habla, no me cae bien. Si a ti no te cae bien, pos a mí tampoco. Chuleta sonrió. Tuve la intención de abrazarlo, pero no supe por dónde empezar, o siquiera fuera correcto. Preferí no incomodar y bostecé exageradamente. Él se acostó sin decir nada más, yo hice lo mismo pero no logré conciliar sueño. Éramos pequeños pero no estúpidos. ¿Qué pretendía Fernando al dormir con la mamá de Chuleta? Él tenía su casa, o su trocota, que era más lujosa que esta casa. Por eso la telesota y tanto dinero para chucherías que tenía Chuleta. Bueno, eso creo yo; puede que no sea malo, pero el hombre espanta y hace meses se le veía con diferente mujer cada que visitaba a su mamá, aparte la mamá de Julieta era más grande que él. Pero tengo pensamientos alegres para seguir soñando, no me tengo que distraer en eso: la selección pasó a la siguiente ronda. La verdad, no creo que lleguen muy lejos, porque sólo ha empatado y a duras penas, pero está padre ponerse a pensar la posibilidad de seguir jugando y ganar. Más que estar feliz porque mi país seguirá luchando por una copa que tanto envidian todos, me gusta estar viniendo con Chuleta a ver a la selección, o el partido que sea. Brasil parece invencible con todos esos jugadores estrella. Mi favorito es Roberto Carlos porque tiene una potencia impresionante en las piernas, tira desde bien lejos y con buenísima puntería; muchos pensarían que el mejor es Ronaldo, pero a mí me gusta más Roberto Carlos, inspira un poco de terror nomás de oír su nombre. Quizá me cae mejor porque es más alto, yo quisiera ser alto, más que Fernando para que no me dé miedo y no me diga cuándo hacer y cuándo no hacer ruido; para defender a Chuleta aunque siempre sea él el que busca pleito.

Cuando volví a despertar Chuleta ya no estaba ahí, sentí un gruñido en la panza y por reflejo me fui a la cocine donde encontré a Fernando sentado junto a Chuleta, su mamá estaba cocinando huevitos con jamón. Se le veía muy alegre y con ropa nueva. Siéntate ¿tienes hambre? Asentí y me senté al lado de Chuleta, lo que después me pareció una horrible idea porque me ponía enfrente de Fernando, él tampoco quería verme porque su cara se tornó más desagradable. Te voy a comprar una tele para que tengas en la cocina. Está bien, Fer, lo que quieras. ¿Le falta mucho al huevo? No, ya voy. La mamá de Chuleta le sirvió toda la sartén llena a Fernando, nos vio a Chuleta y a mí con ojos de desvelados y hambrientos y nos dijo que en un ratito estaban los nuestros. Fernando comenzó sin vergüenza a devorar lo que había en su plato. Mamá dice que se ve mal que uno coma cuando los demás esperan a que les sirvan, pero no había manera de hacérselo a saber a este hombre grande sin arriesgarse a un golpe. Miré a Chuleta, estaba perdido en la forma de comer del hombre que pretendía reemplazar a su papá. Agarraba el tenedor como si empuñara una espada, en la otra mano tenía un pan bimbo con el que empujaba un montón de huevo al tenedor y luego se lo llevaba a la boca mientras tomaba aire. No acababa de masticar cuando ya se andaba metiendo medio pan, por lo que enseñaba el bocado a medio machacar para que le entrara todo eso; respiraba muy fuerte y gemía ligeramente mientras intentaba dejar todo en su estómago, ni bien se pasaba las cosas le estaba dando un trago a la coca con hielo. Era un espectáculo atroz para dos niños hambrientos, sin embargo el periodo hipnótico que nos hizo sufrir también logró que se nos pasara el tiempo rápido y ya nos servían a los dos, con leche, la coca es para comer. Comimos lento, pausado y con la cabeza gacha por la pena de hacer mucho ruido que enojara de nuevo a este señor. Entre los bocados tomó confianza y nos sorprendió con ¿Entonces ganó México? Chuleta asintió después de haber tragado. Yo no quería decir nada, no estaba en mi casa, mejor que hable Chuleta y así yo no tengo que mirar a Fernando. Me dijo Julieta que te gusta mucho el fut. A los dos, le dijo la mamá de Chuleta que aparentemente tenía nombre. ¿Sí? ¿Y son buenos? Cacho es muy bueno, puede ser hasta como Ramón Ramírez. ¿Quieres ser profesional de grande? ¿Qué equipo? Asentí y sonreí incómodo. ¿Qué equipo, pues? No me vas a decir que el América. Negué con la cabeza y respondí sin pensar. Las Chivas. Muy bien, entonces sí sabes mucho de fut. Chuleta quiere ser como Jorge Campos, le dije para que dejara de concentrar su atención en mí. Les voy a traer un balón a ver si es cierto, Chuleta y yo nos miramos confundidos, yo estaba contento porque no tendríamos que pedirle el balón a Jorge, pero tenía miedo de las intenciones que tuviera Fernando.

Seguimos desayunando en relativa paz cuando se escucha el golpear la puerta fuertemente. Era el sonido como de campana que tienen las puertas de metal de la colonia, pero desesperado. Se levanta Julieta a abrir después de cantar el clásico “¡Voy!” que toda persona con puerta grita en el vecindario. Abre la puerta. Cacho ¿¡por qué no estás ya en la casa!? Me levanté como rayo, fui al cuarto de Chuleta y tomé mi mochila, corrí hacia la puerta de la entrada y vi a Julieta hablando con mi mamá. No se preocupe, estaba desayunando. Se portó muy bien. Me dio gusto que me defendiera, creo que lo dijo para no dejar al descubierto que ella misma no se había quedado en la casa. Yo decido si se porta bien o mal, ¡Cacho! Mi madre era buena persona pero no sabía tratar a la gente, menos así de enojada. Ya iba yo para la salida y me paré a escasos metros de la puerta. Tranquilícese, le aseguro que sólo vieron el futbol, desayunaron y me dijo que ya se iba a su casa. A ti puede que no te importe tu hijo, pero a mí sí y lo educo como mejor me parezca. Me sorprendió lo tranquila que seguía Julieta, pero no quería que siguiera discutiendo, terminarían por golpearse o algo. Salí a la puerta, mamá me tomó del brazo con fuerza; acepté mi derrota y agaché la cabeza, ni siquiera le di las gracias a la mamá de Chuleta por el desayuno. Siento una gran mano que me jala del otro lado, tan fuerte, al punto de detenernos a mamá y a mí. Mamá estaba a punto de voltear a gritarme pero vio que era Fernando quien me detenía. ¿Cuál es la prisa, doña? Repasó la figura de Fernando y me soltó callada y sorprendida; algún respeto le tenían todos en la colonia; mamá no se pudo contener. Es mi hijo y no son horas de estar fuera de casa ¿Y por eso tiene que ser grosera con la persona que lo alojó? ¿Tiene algún problema con Julieta? Pídale perdón. Perdón, le dijo a la mamá de Chuleta entre dientes. Y deje a su hijo en paz, puede que sea alguien en la vida y después no quiera venir a visitarla cuando esté usted pobre y vieja. Si hay algo que mi madre no soporta es que le digan pobre, pero peor se pone cuando le dicen vieja. ¿Entendió, señora? Temía que comenzara una batalla campal, pero en vez de eso vi tristeza en la mirada de mi madre, se reprimió y agachó la cabeza, la peor cara que le he visto a mi madre en mi vida. Vámonos, Cacho. Caminé hacia mi madre viendo a Fernando, extrañado, ¿qué tenía? Saludé a Chuleta que estaba en la puerta parado detrás de su mamá. Ni él ni yo comprendimos que esa plática cambiaría nuestras vidas. 

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