Era él de
tarde, de madrugada y de día. Siempre el cabello largo a medio peinar porque
mamá se enojaba si no se ponía gel. No quería ser el niño que ella le decía,
pero tampoco deseaba desagradarle, al fin de todo era su madre. Todos los días,
era su culpa, que si ya traía el pelo largo, que si el uniforme estaba roto,
que si la cocina sucia… y más ahora que eran vacaciones. De lo que sí podía
estar contenta era que Javier siempre comía. A pesar de verse flaco, todo lo
que iba a la mesa desaparecía. Quizá sería que no limpiaba su ropa o desatendía
la cocina, aunque órdenes directas nunca desobedecía. No podía alegar que no
tenía tiempo, porque en esta época, aunque no había viaje planeado él ya tenía
en mente saciar una de sus adicciones: jugar videojuegos como un desquiciado.
No comprendía por qué su mamá no lo dejaba disfrutar el juego a sus anches si
ya no había escuela. ¿Qué interés tenía ir con la abuela? Y más con las nubes
tan negras afuera.
Ahora con las
modas en educación Ximena no quería
discutir de más con su recién estrenado puberto de doce años. La colonia era
chica y segura, no sabía cómo ganarle amigos a Javier. Quizá fuera porque su
padre se fuera allá afuera y nunca volviera. Puede también que sólo se trate de
que el niño sea raro. Es una incertidumbre grande, una quiere que jueguen
afuera y crezcan, que sean felices y tengan amigos, no como una. Pero qué tal
si no le sirve, o si contrariarlo lo trauma. Hacer esto sola y a estos años.
Aunque sea que conviva, sino conmigo con el resto de su familia. Seremos pocos
pero nos queremos mucho. Mi mamá, mi hermana, Javier y yo. No conozco lo que
sienta el niño, aunque ya no lo sea tanto, tampoco es tan hombre. No sé si le
haga bien jugar hasta aburrirse o mejor obligarlo a que vaya con su abuela,
como si hiciera algo más de provecho viendo tele junto a Chavela. Al pensar en
eso no me pongo triste, pero me doy cuenta lo jodidos que estamos.
Javier no
entiende a mamá, esta tarde, tan solo ésta, no quiere ir con su abuela. Le
aburre tener que escucharlas a ella y a su “abue” hablar de todas las
enfermedades. Cuando les va bien platican de personas, pero a la mayoría no las
conocen y todas terminan enfermas o muertas. Luego queda la tía Chavela que
desde su accidente se pasa viendo novelas de TvAzteca. Lo más molesto es que no
le puede cambiar porque todas lo regañan y al final se resume en que fue su
culpa. No esta vez, por favor mamá – dice Javier como arrastrando la voz,
alargando las vocales. – Bueno, pero te quiero ver afuera cuando me vaya – le
ordena mamá ¿Por qué afuera si se ve luego, luego que va a llover? Quiere que
haga amigos pero no sabe que ellos no quieren juntarse con él, no les interesa
verse con alguien que no sabe de música y que ni un bote de plástico puede
patear. Mamá no sabe que los niños pueden ser malos, pueden golpear, aventar
piedras, insultar y no hay nadie que lo defienda. Ni un hermano mayor que
regrese a tirarles rocas más grandes. Las mamás olvidan que los niños pueden
ser casi igual de crueles que las mujeres.
Ni modo, si
tanto ha de insistir en quedarse yo me voy – pensó Ximena. Nomás que si se
inunda la casa, ya verá, le quito ese juego hasta por un mes. Ximena toma su
chamarra, decide no decirle nada a Javier, igual y así aprende. Lo bueno que
hoy se riega el guayabo. Contrario a la palmera, el guayabo sí creció algo, da
buena sombra al cuarto de Javi, de por sí le cuesta dormir. No me tardo, mi
vida – le grita, a lo que responde un bisílabo “okei” largo y tendido, sin
espíritu ni fuerza, eso ni siquiera llega a flojera.
Todo listo para
la jornada de juego. Se cerciora de haber cerrado todas las ventanas, las mira
de frente y en todas mira su reflejo: blanco, pelo medio grasoso y ni una
espinilla, todavía. Es el maestro de la casa. Nadie juega como él y que ahora
se prepare el internet porque llega TheMaster__MexComander; con doble guión
bajo, eso no se le ocurre a cualquiera. Enciende la consola y el módem, pero
antes hay que pasar a la alacena por unas galletas y un refresco, no quiere
dejar el escenario a media partida por falta de recursos. Se pone en el sillón
al lado de la cama, las galletas sobre de ésta y el refresco en el piso. Mejor
abre un poco la ventana, porque aquí va a hacer calor y al lado del guayabo ve
un rayo. Es mejor idea estar adentro que afuera.
El tráfico está
insoportable. Ni siquiera ha comenzado a llover y ya la gente se está
abultando. Lo bueno es que la madre de Ximena vive lejos, al otro extremo de la
ciudad. Lo malo es que su casa queda lejos y Javier de seguro está solo. La tecnología,
como sea, le sirve de mucho. Le habla a su madre por el celular y le avisa que
estará atorada en el tráfico un buen rato, pero que ya va de camino. Javier no
quiso venir. No sé, son vacaciones, esta vez lo dejé, en una de esas se aburre
y hace otra cosa – le platica Ximena. Mira el cielo negro, caen las primeras
gotas y ella cierra la ventana. Mira por el retrovisor, parece que en casa ya
estaría lloviendo.
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